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Expectativas v/s Realidad del Mercado Laboral

Muchos profesionales jóvenes, altamente calificados, encuentran junto con el primer trabajo, su primera frustración. El sueldo que les ofrecen no es el que la Universidad les dijo que ganarían, las funciones que les encomiendan no son exactamente  lo que ellos estudiaron para hacer, el cargo no calza con la línea de carrera que quieren proyectar, el ambiente laboral no es el que habían soñado, se sienten subvalorados y finalmente, descubren que transformarse en jóvenes independientes y autosuficientes en un comienzo representa más costos que beneficios.

Chocan con la realidad del mercado laboral, donde las necesidades de las empresas son otras. Según el estudio Inserción laboral de jóvenes: expectativas, demanda laboral y trayectorias” llevado a cabo por la CEPAL el año 2005, una de las características más apreciadas por las empresas al momento de contratar un profesional son sus ganas de trabajar, de asumir compromisos, tener metas, ser respetuosos y poder trabajar en equipo. En otras palabras, voluntad para comenzar de cero, adaptarse a la cultura, humildad y ansias de aprender. No les basta con profesionales altamente calificados que sepan hacer bien técnicamente el trabajo, necesitan que además les guste lo que hacen y quieran hacerlo para que efectivamente lo hagan bien. Un profesional que no está conforme con el cargo o la renta, no será un trabajador entusiasta por mucho que haya estudiado para serlo. 

Frente a esta realidad los profesionales optan por dos caminos: uno es esperar hasta que aparezca un trabajo que cumpla con sus expectativas (porque más vale estar desocupado que trabajar en algo que no les gusta o por poca plata) o bien contener un poco las expectativas, comenzar a trabajar para hacer carrera y adquirir experiencia, pero se mantienen en la casa de los padres para que el sueldo, que nos les permitirá vivir en forma independiente como estaban acostumbrados en casa de sus padres, se transforme en una generosa mesada o sus primeros ahorros.

Las altas expectativas con que llegan los profesionales jóvenes al mundo laboral tiene su origen en un cambio cultural, que para las empresas se está transformando en un problema:

  • Lo primero es que cambió la valoración que antes existía de la independencia. Hoy no hay apuro por casarse, ni por salir de la casa de los padres. En ella se puede hacer lo mismo que viviendo solo, con la ventaja de no tener que ordenar ni lavar platos. Ya no hay presión social ni ambición personal, por lo que se tiende a esperar a tener una situación económica igual a la de los padres para iniciar una vida independientes. La diferencia es que quieren  alcanzarla en el corto plazo. Para ello los padres “auspician” la idea regalándoles un auto, un departamento, pagando los gastos fijos, mientras el primer sueldo se transforma en un complemento a la mesada. Por lo mismo la valoración que se hace del dinero ganado con trabajo es menor porque el primer sueldo es a veces incluso inferior a la mesada y cuesta mucho más obtenerlo. 

  • Mientras antes había que cumplir con el “servicio militar”, para entrar al mercado laboral, hoy los profesionales buscan entrar a trabajar en empresas específicas, en el área que les gusta y en un ambiente grato.

  • La connotación que se le da al trabajo es otra: “trabajar para vivir” o porque “el trabajo dignifica al hombre” están algo obsoletas, si no se tiene la necesidad de trabajar, el beneficio debe ser otro: ganar lo suficiente como para darse gustos, adquirir estatus por las características del cargo a desempeñar o por la importancia que tenga la empresa en el mercado.

  • Antes los jóvenes eran subvalorados, considerados inexpertos que debían luchar por ser reconocidos. Hoy, los subvalorados son los adultos mayores y el profesional joven cree tener cualidades que deben ser pagadas: creatividad, agilidad, manejo de nuevas tecnologías y capacidad para adaptarse a cambios bruscos.

¿Cuál es el problema de este cambio cultural, si aparentemente los jóvenes viven mejor,

trabajando menos y siendo, en teoría,  más felices?

El principal problema es que la percepción que el mercado tiene de ellos y las necesidades de éste, no son concordantes con sus expectativas. En ese sentido las universidades les han hecho un flaco favor fortalecido en sus alumnos la idea de que saldrán ganando un nivel de renta que no es real y que las grandes empresas se los pelearán, cosa que tampoco es cierta.

Las empresas no están encontrando a los profesionales que necesitan y los profesionales no están dando con el trabajo que soñaban. Será necesario entonces que ambos den un paso al centro, las empresas buscando beneficios atractivos para sus candidatos y los jóvenes profesionales aterrizando un poco las expectativas, conociendo el mercado antes de egresar de la universidad, antes de decidir si estudian o no un postítulo, antes de rechazar una oferta laboral.

El cambio en la valoración del trabajo, es tarea de cada familia, pero si no son ellas las que cultivan estos valores, será el mercado el que finalmente lo haga con una buena carga de frustración, inseguridad y la sensación permanente de no ser valorados profesionalmente. 

Paula Rodríguez O. Periodista