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3 grandes lecciones

de los Mineros, a los Profesionales chilenos


Un buen trabajo en equipo vale más que un excelente trabajo individual

No cabe duda que ni la supervivencia ni el rescate habría sido posible si hubiese primado el ego personal por sobre la generosidad, el compañerismo y la humildad que exige la conformación de un equipo de trabajo exitoso, en cada uno de sus miembros.

Los mineros, sometidos a las peores condiciones, en plena incertidumbre y sin ninguna garantía, fueron capaces de asumir con lucidez y humildad, el rol que se les asignó según sus habilidades. No sabemos las discusiones que posiblemente se produjeron abajo, tampoco cuánto tiempo le tomó a cada uno en medio del estrés y la angustia, asumir su tarea y comenzar a realizarla. Pero sin duda nada de eso, si es que se produjo, fue significativo, ya que fuimos testigos como todos dieron lo mejor de si para cumplir con el trabajo que se les encomendó, contribuyendo en forma determinante al éxito de la misión que tenían en común. 

Nos hemos acostumbrado a un individualismo abrumador, especialmente en el campo laboral. Por eso nos sorprende tanto que la primera pregunta de los mineros al contactarse con la superficie fue saber cómo estaban los compañeros que iban saliendo de la mina al momento del derrumbe. Esa generosidad y conciencia del otro, incluso en medio de una inmensa desgracia personal, les permite valorar el trabajo, el esfuerzo y las capacidades de cada compañero, complementándolo con las propias.
 


La diferencia entre ser Jefe y transformarse en Líder

Luis Urzúa, Jefe de turno al momento del derrumbe, dio clases magistrales de lo que es un liderazgo natural y el correcto ejercicio de la jefatura. Con una equilibrada combinación de racionalidad y emocionalidad fue capaz de mantener con alimento, agua y salud a sus 32 trabajadores, asignarles tareas útiles para la sobrevivencia o un potencial rescate y además guió a los mineros para establecer una sana convivencia, les dio esperanza, seguridad y confianza.

En medio de una situación así de extrema, declararse líder sólo por ser el jefe habría sido una pérdida de tiempo. Este minero asumió la responsabilidad de mantenerlos sanos y salvos, dándoles a rato estrictas órdenes, con cariño y sabiduría. Se encerraba cada mañana en una camioneta para organizar sus pensamientos y la jornada que involucraría a los 33.  Se ganó el respeto y la obediencia de cada uno de los trabajadores que tenía a su cargo. Fue un jefe comprometido profundamente con el bienestar físico y emocional de sus mineros, al punto de no abandonar la mina hasta que todos estuvieran en la superficie. Un ejemplo que debieran observar con atención todos quienes ostentan cargos de responsabilidad y liderazgo.


Nuevos valores del mercado profesional: Esfuerzo y flexibilidad

En el mercado laboral poco a poco las empresas han ido demandado ciertas cualidades en sus futuros empleados, que se alejan de las tradicionales exigencias académicas. Hablamos de rasgos de personalidad que no lo entregan un master o un doctorado. En estos 70 días observamos dos de ellos en los 33 mineros y es posible confirmar su relevancia en el éxito de una tarea, cualquiera que sea.

Uno es la capacidad de adaptación, la flexibilidad para cambiar de rumbo, reaccionar positivamente a los contratiempos, aceptar e integrar críticas, aunar criterios, tolerar la frustración y buscar soluciones.

La otra es la disposición al trabajo. En el caso de los mineros quedó manifestada en el primer contacto cuando afirmaron que ellos estaban en condiciones físicas de trabajar para su rescate. Que sólo les dijeran como podían aportar y ellos lo harían hasta lograrlo. No esperaron que alguien los rescatara, no exigieron nada más que trabajar en conjunto. Tan distinto a esas imágenes que vemos a veces en que las personas esperan de brazos cruzados por ayuda, asumiendo un 100% el rol de “víctimas”.  

Ambas cualidades se echan de menos en el trabajo que todos desarrollamos. Si bien es posible pensar que al enfrentar la muerte todos estaríamos dispuestos a trabajar y adaptarnos con tal de vivir, no es así. Cuando la ley del mínimo esfuerzo, la baja tolerancia a la frustración y la resistencia al cambio está tan arraigada, las condiciones extremas sólo potencian la rigidez y autocomplacencia.

Frente a tantos profesionales técnicamente capacitados para el rescate, se seleccionó a aquellos que además lo estaban en términos emocionales y valóricos. Ahí es donde todos los profesionales debiéramos aspirar a desarrollarnos.  

 

 

Paula Rodríguez O. Periodista